El 11 de Abril de 1997, te marchaste José María.
Para los que te conocimos fuiste un hombre bueno en el sentido que dio el poeta a esa palabra…” yo vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas…” Eso te dio el cariño de grandes y pequeños, de artistas y camareros, de intelectuales y serenos. Tanto fue la inercia de afecto que generaste a tu paso que hay quienes, sin conocerte, creen sinceramente recordarte.
Eso también trajo la compasión de los que confunden modestia con debilidad. Tu valor como artista fue mermado en beneficio de un personaje equívoco, en el que algunos quisieron ver el tópico bohemio con el que completar la galería de monstruos que pueblan su tribu.
Pero para muchos artistas fuiste un referente fundamental, tú supiste contaminar sin grandes aspavientos desde el trabajo obsesivo y, una sutil radicalidad que podía poner en jaque cualquier verdad con solo nombrarla.
Hoy casi cuatro años después, José María, sigues estando en la primera fila de cualquier conferencia con tus excesivas preguntas, y en las inauguraciones animando a tu colegas con aquel “cojonudo” tan hermoso que salía de tu gran boca. Hoy también estas aquí, riendo a carcajadas, con tus amigos y tu corbata de girasoles y confirmando con esta obra que sí fuiste una persona peculiar, fue para soportar la carga del tremendo artista que llevabas dentro.
Por eso tus amigos hemos querido estar contigo, para celebrar que Murcia tiene al fin una escultura tuya en la calle, el hombre y la mujer que tanto te han preocupado, y que ahora servirán para que se posen tus palomas, con dos grandes bancos para que te sientes con los niños y descanses de tus largos paseos por la ciudad.
Gracias maestro.
Murcia, febrero de 2001
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