En el inicio se reconocen únicamente aquellos que lo compartirían todo, no sólo una lírica fracción de tutela de amor.
El acuerdo entre personalidad y actitud ha sido salvado. En este inicio de Ángel, esta vez, espanto y entusiasmo, pavor y maravilla, asombroso límite, esfuerzo.
Cada inicio. Las diferencias pertenecerán siempre al acuerdo con lo formal, el reconocimiento de lo idéntico, esa paciencia hilada en todo inicio es lo que permite reconocer la aventura incisiva de Ángel, su actitud.
Los espejos no nos pertenecen, mantienen la intimidad de cada pieza, no podemos reflejarnos. Imagino la piel del espejo de esa manera como un órgano. Materiales obtenidos del expolio de casas abandonadas en el pequeño pueblo donde Ángel se ha encerrado este invierno. Expolio de la nostalgia de lo museístico realizado por un negro social, intelectual y chic (así se define en una canción Bolita de Nieve) que imagina la práctica artística como una descarga en el interior del dominio del gran altavoz europeo, en su maquinaria de silencio: belleza, genocidio, uso de la memoria, espectro.
Objetos preñados portadores de noticias nada divergentes de la vida, alusivas no como patio de recreo de la experiencia psicológica, sino como enraizamientos.
Atención como instinto.
La velocidad en el descenso del parto de los murciélagos, el feto recogido en las alas y el desprendimiento de la mano de Marat. No hay explicaciones. Enunciar y declarar.
Desde la virtud del mambo a la aceptada historia del arte europeo: Berlín con altavoces o Santo Domingo con paquete y gallos.
La casa que puede conocerse con pánico o sin él.
Si arrancas la viga de la casa esta vez será arte.
Así imagino a Ángel.
Para la exposición "Mambo Norte" 1991
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