lunes, 28 de marzo de 2011

La niña tatuada. 2- (El calor)

La primera bocanada de aire caliente que penetró en los pulmones de Lorena al salir por la puerta del avión le hicieron plantearse su empeño por venir. La sensación de ahogo y humedad mezclado con los olores a fruta podrida y queroseno la impregnó de un aroma telúrico que iba a acompañarla durante mucho tiempo. Pablo la observaba sin entrometerse y aparentemente distraído no dejaba de observar el más mínimo de sus movimientos.
La terminal del aeropuerto de Abidján no tenía muchos lujos pero al menos los grandes aparatos de aire acondicionado, a parte de ruido, mandaban un chorro de aire fresco al interior que daba una sensación parecida a la brisa del mar “… No lo soporto, siempre tan sobrado. Como si sólo él tuviera la llave para andar por el mundo. Si piensa que me voy a arrugar por el calor está listo el muy capullo… Está guapo con su camisa desabrochada, hablando con el policía de la aduana. Anoche sentí su mano grande buscándome, que pena que estuviera tan dormida…”
- Dame el pasaporte, a ver si tenemos suerte y podemos llegar al hotel antes de las doce.
- Toma y date prisa que me muero de sed. ¡Mierda! Me he dejado la barra de labios en el asiento del avión. ¿Crees que me dejarán subir a buscarla?.
- No creo. Además ya nos toca pasar el control. Estate quieta un momento, ya compraremos otra.
- ¿Otra? ¿Aquí? ¿Dónde voy a encontrar una barra de Chanel en este sitio?
- Lorena , aquí hay de todo si lo puedes pagar.
“ …si lo puedes pagar… Menuda chulería. Me carga cuando es tan suficiente, además me da igual, no pienso pintarme los labios en todo el viaje ya veras como lo nota. La verdad es que hace mucho calor y me noto sucia, a ver si llegamos y me doy una buena ducha…”
En el camino del aeropuerto al hotel el espectáculo de caminantes y precarias construcciones en las orillas de la bacheada autovía enmudecieron a Lorena. Todo tipo de negocios y actividades se anunciaban con ingenuos reclamos pintados sobre las paredes de adobe y chapa de hierro. Peluquerías, talleres mecánicos, constructores de muebles o vendedores de coco. Al fondo, tras las construcciones, la vegetación era densa, de un verde húmedo y profundo “… No puedo quitarme de la garganta esa sensación de fruta podrida, noto la camisa pegada a mi espalda como si fuera un plástico. ¿Cuánto faltará?…” Acercándose a la ciudad la masa de andantes aumentaba en todas las direcciones, cruzando sin previo aviso la carretera que ya se había convertido en una avenida. El taxista, un hombre de edad indefinida y de manos huesudas no parecía sobresaltarse. El tráfico empezaba a ser lento, todo empezaba a ser lento, como si el fin del trayecto se alejara en vez de acercarse. Pablo parecía ensimismado con una leve sonrisa que contagiaba tranquilidad, había encendido un cigarrillo y dejaba que el humo invadiera el interior del vehículo lentamente “…Empiezo a sentir angustia, debe ser el calor…” Lorena sacó la cabeza por la ventanilla. Sin saber de donde salía, la mirada de un niño de apenas diez años que estaba a medio metro del taxi se clavó en sus ojos. De su bracito izquierdo colgaba una bolsa de plástico y con su mano derecha sujetaba la de una niña más pequeña con unos ojos idénticos a los suyos. Evidentemente eran hermanos. La mirada entre ellos se mantuvo fija durante todo el tiempo en que estuvieron parados, que para Lorena fue extrañamente largo, y aun continuó cuando el coche arrancó y Lorena se volvió para verlos por el cristal trasero. Casi estaban desapareciendo, cuando la niña levantó la mano a modo de leve saludo.
- ¡Pare! ¡Stop, Stop! ¡Pare ya!
El grito de Lorena sacó a Pablo de su letargo, y sin poder reaccionar la vio correr por la avenida abajo sorteando vehículos y personas.
- Lorena ¿Qué haces? ¿Estas loca? ¡Vuelve aquí! Pero que hace esta tía…?
Cuando consiguió alcanzarla la encontró desorientada, exhausta, con los ojos vidriosos... No están, no están. Vamos a buscarlos…
- ¿A quien quieres buscar? Venga vamos al coche, te va a dar una insolación aquí en medio.
- Estaban solos, seguro que estaban solos, ¿No has visto a esos niños? quiero volver a verlos…Por favor cariño, vamos a buscarlos no deben estar lejos.
- Venga Lorena, vamos, estás muy nerviosa. Todo el mundo está mirando. Venga…
El taxista seguía sentado serenamente cuando entraron en el interior del vehículo. Pablo la atrajo hacia él aferrándola con fuerza con la intención de trasmitirle seguridad…Tranquila, estamos llegando al hotel. Ahora subimos y te duchas, abrázame.
- C´est la première foie en Afrique pour madame? Dijo el taxista mirando por el retrovisor.
- Oui, elle est un peu fatiguée. Ça va bien merçi.

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