Himmelweg de Juan Mayorga es uno de los textos que más me ha impactado en los últimos años. En primer lugar por ser una literatura entera, precisa, que no renuncia a la complejidad pues, gracias a ella, se activa un proceso de construcción dramática en el lector o mejor dicho del espectador una vez que el texto sube al escenario. En segundo lugar por ser el relato de un suceso tan poliédrico en si mismo y que acomete un abanico tan amplio de temas que justifica con holgura el cubismo de la propuesta. Y por último porque teniendo en cuenta que el contexto en el que se desarrolla la acción es uno de los mas tratados en la literatura y cinematografía contemporánea, el riesgo de ser engullido por el genero “nazi” era más que evidente. Y sin embargo, justificado ese contexto por los hechos históricos, lo que mas impresiona es la vigencia de las situaciones y reacciones de los personajes. Si algo convierte este texto en un “clásico contemporáneo” es su posibilidad de ser transportado imaginado en cualquier situación histórica o actual. Sobre todo actual. El uso perverso de la propaganda al servicio de un ideario mesiánico instalado por el miedo, nos convierte en meros actores de una farsa trágica. Puros cómplices paralizados por el horror que continúan interpretando su papel con el autoengaño de la salvación. Un proceso teatral convertido en un juego macabro y humillante, donde la vida del actor durará el tiempo que exista su personaje.
Cuando Paco Macià me propuso realizar la escenografía de la pieza, tuve la sensación de que me enfrentaba a un reto especialmente interesante como escenógrafo. Aunque en mi andadura con la compañía siempre he apostado por una escenografía necesaria que no saturara el espacio ni la presencia actoral, tengo que reconocer que hay textos que admiten una intervención más evidente. En este sentido he trabajado siempre desde la mas absoluta utilidad de los elementos escenográficos, entendiendo por utilidad los aspectos no solo funcionales sino simbólicos y evocadores del mobiliario y atrezo. Modelar el espacio para este texto requería de sumo cuidado si no queríamos caer en un redundante atmósfera realista, que poco hubiera aportado a la puesta en escena. El exceso de imágenes que el cine y la fotografía nos ha brindado sobre el tema suponía un peligro a la hora de recrear los espacios, pues la comparación era inevitable. Decidimos por tanto usar esa memoria a nuestro favor y dejar que, al igual que hace el texto de Mayorga, la atmósfera brotara en la imaginación del espectador detonando los espacios a través del atrezo. Para ello trabajamos partiendo de la rampa como símbolo central y una segunda pieza polivalente que actúa de mesa y atalaya donde ubicar los diversos niveles dramáticos.
Un elemento muy debatido durante la puesta en escena fue la inclusión de las proyecciones audiovisuales. El riesgo de una proyección en una obra de texto es evidente, por un lado el tratamiento gráfico de la imagen y por otro el tamaño de proyección deben ponderarse para lograr una “afinación” adecuada a la escena. Caer en la tentación de hacer “cine en escena” hubiera sido letal para el crescendo emocional del texto. Mi propuesta gráfica para la confección de las imágenes fue evitar el uso de fotografías que nos hubieran llevado a un documentalismo obvio y demasiado manido, y opté por un tratamiento gráfico con una fuerte carga expresionista. Este grafismo teatralizado de las fotografías me parecía mas adecuado para contar en clave escénica la “verdad“ de los personajes. Sin embargo el uso de dibujos reales de niños del campo de Terezín, incluidos en el pase de diapositivas del delegado de La Cruz Roja, funciona dentro del discurso gráfico general y a la vez aporta un emotivo recuerdo. Para la escena de la selección de actores se optó por un panel de fichas que nos evocara la presencia del conjunto de prisioneros ya despojados de su nombre, que desaparecen individualmente con un pequeño aumento antes de disolverse. Como una última bocanada, un último latido. Esta pieza audiovisual viene a apoyar este dramático momento de Gottfried. Durante todo el proceso y ante la mas mínima duda de saturación del espacio, hemos optado por la austeridad en virtud de la evocación.
Este ha sido para mi un trabajo lleno de emociones, que necesitaba de sumo cuidado a la hora de intervenir a favor de un texto y de unos actores cargados de fuerza. Espero haberlo logrado.
Murcia septiembre de 2010
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